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Entre los diagnósticos y la paranoia

Por Miguel Espeche*, PARA LA NACION, SÁBADO 16 DE ABRIL DE 2016

 

Si de "pequeños grandes temas" debemos hablar, sin duda se impone hacerlo sobre los diagnósticos médicos y los avatares emocionales que éstos tienen sobre los que se someten a los exámenes diversos que pide la medicina moderna. Eso de ir al laboratorio, sacarse sangre y luego recibir un sobrecito en el que, al parecer, se guarda el secreto de nuestra salud o de nuestra enfermedad, puede generar una sensación de rutina o, por el contrario, puede producir la más profunda angustia y un sinnúmero de situaciones emocionales que hay que tener en cuenta. Lo mismo ocurre con tomografías, ecografías, resonancias y una interminable gama de prácticas con las que la ciencia se mete en nuestro cuerpo para desentrañar las amenazas que, activas o latentes, lo habitan, o para sentenciar, con pruebas a la mano, que "está todo bien".

Desde que el médico indica la práctica en cuestión hasta que se retorna a él con el resultado pueden ocurrir muchas cosas, algunas duras a nivel emocional. Esto se nota en los consultorios de psicoterapia, en los cuales muchos pacientes vuelcan las angustias, los fantasmas y temores con los que viven la incertidumbre del proceso.


Por ejemplo, puede que el encargado de la ecografía sea el que diga si hay o no "algo raro" dentro del cuerpo, o simplemente ponga cara de "¡uy!", generando en el paciente una angustia de esas grandes. Hay ecografistas que manejan bien las cosas, otros no tanto, y no es ese el lugar ideal, convengamos, para conocer los resultados.

La investigación innecesaria
A su vez están aquellos pacientes que, Google mediante, se ponen a investigar y se sumergen en el infierno de posibilidades mortales que supone el simple hecho de estar vivos (se sabe, la única manera de no estar expuestos a la muerte es ya haber muerto). Como los textos médicos gustan de advertir profusamente acerca de los posibles males que pueden aparecer en los cuerpos sanos, no es poco común que los osados que leen lo que no debieran se angustien hasta lo indecible. inútilmente.


El tema podría ser visto como menor si no fuera que se ven cada vez más personas que tienen un gran sufrimiento anímico por el miedo al diagnóstico, sobre todo porque estamos bombardeados de información de los males que existen en el mundo. El dengue, la gripe A, los diversos tumores, lo que le pasó al amigo, lo que se vio en televisión, lo que puede esconder un lunar o la sorpresa de aquel que, estando bien, un día tuvo un ACV. Los escenarios posibles asustan y generan en sí mismos un problema masivo de orden psicológico. Es que no siempre anunciar el mal posible genera un bien.

Empatía Clave

Pasadas las etapas del diagnóstico, y llegado el momento de enfrentar al médico, nos encontramos con una variedad de situaciones que hay que tener en cuenta.

Hay médicos empáticos y cálidos, los hay fríos y distantes que hacen que la gente se sienta un objeto, hay médicos que explican con respeto, otros asustan casi de manera desalmada, mientras algunos se apuran demasiado en decir a su decimonoveno paciente del día lo que, para ese decimonoveno paciente, es una cuestión única y de gran importancia para su vida. Por fortuna, en todas las áreas de la salud se está empezando tímidamente a tener en cuenta la buena práctica a la hora de ofrecer un diagnóstico, lo que significa incluir la dimensión emocional y hasta existencial.

Los "pequeños grandes temas" son aquellos en los que se enlazan las cosas cotidianas, como la visita al médico o el hacerse una ecografía, con lo que nos hace humanos a los humanos. Por eso debemos saber que el alma, las emociones y la singularidad personal se llevan "encima" en todo momento y lugar, algo que nunca hay que olvidar cuando de salud hablamos.

* El autor es psicólogo y psicoterapeuta.

http://www.lanacion.com.ar/1889804-entre-los-diagnosticos-y-la-paranoia

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