Por Iván de Pineda, LA NACION, DOMINGO 22 DE MAYO DE 2016

chas veces, si viajamos en familia, buscamos ciudades que contengan atracciones tanto para adultos como para niños. Incluso si no viajamos con ellos también investigaremos algo que nos sorprenda, que nos haga conectar con la criatura que llevamos dentro o nos divierta de la manera más simple.

Estos lugares no siempre se encuentran en las ciudades que primero elegimos visitar. Por eso fue una grata sorpresa llegar a una de las ciudades más importantes del norte de Europa y darme cuenta de que había encontrado lo que buscaba y el lugar cumplía sobradamente todas las expectativas.

Aquí van algunos detalles para ponerlos al tanto de lo que estoy hablando.

Se necesitaron la friolera de 500.000 horas de trabajo/hombre para su creación con una inversión de 8.700.000 euros. Y esto sólo para empezar a contarles sobre este lugar que cualquiera de nosotros hubiésemos soñado con tener cuando éramos pequeños.

Llegué a la importante ciudad portuaria de Hamburgo en una fresca y soleada mañana de comienzos de primavera. Todavía se sentía en mi cara ese viento casi gélido muy característico de la región y no podía parar de imaginarme cómo había sido el invierno. Claro, mientras yo portaba una campera, todos a mi alrededor iban bastante ligeros de ropa, como si ya hubiese llegado la temporada estival.

Situada sobre el río Elba, Hamburgo tiene el mayor puerto europeo, justo por detrás de Rotterdam. Grandes y elegantes edificios, todos de la más amplia gama de estilos arquitectónicos, simpáticos puentes y conservadores vecinos con la suerte de poseer el PBI más alto de Alemania se mezclan con despreocupados jóvenes universitarios, marinos mercantes de los lugares más remotos del mundo y bohemios artistas.

Después de pasar enfrente de la Rathaus (lindísimo edificio de la municipalidad), dirigiéndome hacia el sur y cruzando los puentes de Bei St. Annen y Kornhausbrücke, puse mis pies sobre Hafen City, la ciudad puerto y el lugar donde se almacenaban los productos que llegaban por vía marítima. Me encontraba a un par de cientos de metros de un lugar único.

Miniatur-Wunderland, rezaba el cartel: la ciudad maravillosa (o mágica) en miniatura. Si prestaron atención a los números escritos al comienzo de este artículo se darán cuenta de que estoy hablando de un lugar muy especial.

Para hacerme comprender lo que iba a ver me esperaba Sebastian, uno de los directores del lugar, que se encargó de hacerme un tour por este mundo en miniatura.

Distribuidos en sus 4000 metros cuadrados vi hechos con el más acertado detalle la región de los Alpes alemanes y austríacos, la ciudad de Hamburgo y sus alrededores, Escandinavia, América y hasta un tremendo aeropuerto en miniatura con operaciones de vuelo simuladas.

Mis ojos literalmente se me salían, mientras Sebastian me contaba que más de 200.000 figuras humanas del tamaño de medio pulgar eran necesarias para darle vida al lugar.

Trenes, barcos cargueros, bomberos apagando incendios, policías de tránsito haciendo multas. Todo en tiempo real y controlado por un complejo software que opera desde un centro de control.

Las horas literalmente perdieron su significado. Hoy no les podría asegurar cuánto tiempo estuve observando con detenimiento el increíble nivel de detalle que alcanza este mundo de fantasía. Y cómo no podía dejar de pensar en las horas que hubiese invertido en este lugar si lo hubiera podido armar y recrear en casa a una temprana edad.

http://www.lanacion.com.ar/1900903-pequeno-mundo-de-fantasia-en-hamburgo