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Avance en esclerosis múltiple

Avance en esclerosis múltiple. Una droga para tratarla puede usarse en el embarazo y la lactancia

 

Mercedes Televisión, 6 de agosto de 2020

 

Es una enfermedad crónica e inflamatoria del sistema nervioso central, que afecta en Argentina entre 9 mil y 12 mil personas, la mayoría mujeres. Hasta ahora, muchas debían interrumpir el tratamiento al momento de quedar embarazadas.

 

Ciudad de Buenos Aires (Argentina).- Una buena noticia en plena pandemia. Se conoció que luego de más de 20 años de evidencia de eficacia y seguridad, y registros de más de mil embarazos sin ningún riesgo, se demostró que una de las drogas más usadas en el tratamiento de la esclerosis múltiple (EM) no tiene contraindicaciones y puede ser utilizado en el embarazo y durante la lactancia.

El interferón beta 1a, una terapia que se utiliza para tratar la esclerosis múltiple desde hace más de 22 años, ahora puede ser prescrita también durante el embarazo y la lactancia. Hasta hace muy poco, su uso no era recomendado en estas situaciones, pero la experiencia sobre su eficacia y seguridad más los registros de más de mil embarazos sin ningún riesgo permitieron quitar esta restricción.

Más de 2,3 millones de personas conviven con esclerosis múltiple a nivel mundial y en la Argentina se calcula que entre 9 mil y 12 mil individuos la padecen. Esta condición es la afección neurológica discapacitante no traumática más común en adultos jóvenes y afecta más a las mujeres que a los varones en una relación de 2 a 1. Además, se suele diagnosticar entre los 20 y los 40 años, en plena etapa de desarrollo profesional y planificación familiar.

“En el pasado, se desaconsejaba el embarazo para toda mujer con EM. En la actualidad, sólo casos muy puntuales tienen esta restricción. Hasta hace unos años, la mujer que deseaba embarazarse debía suspender su medicación tres meses antes de iniciar la búsqueda. Luego pasamos a dos meses para casi todas las moléculas”. La médica especialista en Neurología Marcela Fiol, amplió: “Hasta hace muy poco, dos tratamientos permitían con un buen margen de seguridad ser mantenidos hasta confirmar la gestación: el acetato de glatiramer y el interferón. Recientemente, en base al análisis de extensos registros de población tratada, la mujer con EM que recibe interferón puede mantener el tratamiento durante todo el embarazo y la lactancia, si su neurólogo lo cree necesario”. 

Según precisó la médica de planta del Servicio de Neuroinmunología y Enfermedades Desmielinizantes de Fleni, “con el paso del tiempo y de los desarrollos científicos, esta afección se ha modificado tanto que se pasó de no contar con ningún tratamiento para controlarla a tener la posibilidad de elegir entre 38 alternativas comerciales en el país en la actualidad”. Esto cambió la expectativa de la calidad de vida de los adultos afectados llevando la mayor parte de ellos una vida normal. La EM afecta a un grupo etario en donde uno de los hitos vitales es la planificación familiar.

Hasta ahora, éste era un asunto sumamente delicado en las mujeres. De hecho, una investigación europea mostró que más de un tercio de las pacientes que tenían EM decidía no tener hijos o consultaba cuándo buscar el embarazo por la preocupación que le generaba su enfermedad.

“Conforme nuevas informaciones han surgido y la experiencia mundial ha aportado enorme cantidad de evidencia, los médicos hemos modificado la conducta frente al deseo de gestación manifestado por la paciente -sostuvo Fiol-. Así es como hoy en día, las drogas pioneras entre ellas el interferón, han podido mantenerse hasta la confirmación del embarazo. Drogas aparecidas con posteridad deben suspenderse entre dos y seis meses antes, según la molécula, pero ya es altamente infrecuente que los neurólogos deban contraindicar un embarazo”.

En este sentido, si bien se considera que durante el embarazo la mujer se encuentra protegida de la enfermedad, muchas pacientes experimentan un episodio en los primeros tres meses posteriores al parto, por lo que poder continuar recibiendo la medicación durante el periodo de lactancia también es muy importante para preservar la salud de la madre. Los niveles de interferón encontrados en la leche materna son despreciables, por lo que no se anticipa ningún perjuicio en llevar adelante la lactancia mientras se recibe la medicación.

En particular, la eliminación de esta restricción es para el tipo de esclerosis múltiple denominado “recurrente-remitente”, una forma de enfermedad que se manifiesta a través de “brotes” o recaídas transitorias con síntomas como visión borrosa, visión doble, entumecimiento u hormigueos de brazos o piernas y trastornos motrices o de coordinación, entre otros síntomas, episodios que potencialmente pueden ir dejando secuelas permanentes.

El interferón beta- 1a, en algunos países -como la Argentina-, está aprobado hace más de 20 años para su uso en pacientes con EM. Durante todo este tiempo, se recolectó información proveniente de registros de más de mil embarazos que demostraron que no hay incremento en el riesgo de anomalías congénitas luego de la exposición a esta medicación en el tiempo previo a la concepción, ni durante el primer trimestre del embarazo.

En estos registros, la duración de la exposición en el primer trimestre no es precisa, ya que probablemente se haya interrumpido la toma cuando las pacientes se enteraban de que estaban embarazadas. Por este motivo, la experiencia en el segundo y tercer trimestre es muy limitada; la continuación del tratamiento puede ser considerada, siempre y cuando el especialista lo crea conveniente.

Fisiológicamente, la EM se origina por la pérdida de mielina (la cubierta de grasa y proteínas que poseen las estructuras nerviosas) que se produce por una reacción autoinmune, que es aquella en la que los glóbulos blancos no reconocen la mielina como propia y la atacan y destruyen. Esto condiciona que las estructuras nerviosas conduzcan la información a una velocidad mucho menor de la que se requiere, o bien por una vía anómala. Como consecuencia de este proceso, el paciente puede presentar diversos síntomas neurológicos dependiendo de dónde se produzca la lesión, los más frecuentes son disminución de la agudeza visual, trastornos de equilibrio, pérdida de fuerza en piernas o brazos y trastornos en los esfínteres. 

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