Un terremoto político con aroma a consolidación de la ultraderecha en Europa ha sacudido Italia el domingo. Unos 50 millones de ciudadanos estaban convocados a las urnas para poner nombre y color al Gobierno número 68 de los últimos 76 años, en unas elecciones provocadas por la caída prematura del Ejecutivo de Mario Draghi en julio. La coalición de las derechas, formada por los partidos ultra de Hermanos de Italia y la Liga y por la Forza Italia de Silvio Berlusconi, ha obtenido una victoria neta —con más del 44% de los votos en el Senado (112 escaños, de 200) y casi el mismo porcentaje en la Cámara de Diputados (con 235 diputados de 400), con el 99,9% del escrutinio— que les permitiría alcanzar la mayoría absoluta. En clave interna, la enorme ventaja obtenida por Giorgia Meloni, líder del posfascista Hermanos de Italia, que ha multiplicado por seis los resultados obtenidos en 2018 (pasa del 4,3% al 26%), la coloca como favorita para recibir el encargo del jefe del Estado, Sergio Mattarella, para formar Gobierno: la primera mujer en lograrlo en la historia de la República.
Los italianos han votado decididamente a la coalición de derecha y ultraderecha. Un conglomerado político que no gobernaba desde el último Ejecutivo de Silvio Berlusconi, caído en 2011 con una Italia al borde de la quiebra y una precoz Meloni como ministra de Juventud. El resultado no sorprende a nadie en una campaña marcada por el desinterés y la apatía ciudadana. Las cifras, de hecho, coinciden con las que manejaban las tres formaciones en el mes de julio, cuando hicieron caer de forma interesada al Ejecutivo de Mario Draghi (exquisitamente neutral durante la campaña). La noticia, sin embargo, ha sido un desplome histórico de la participación, de casi el 64% (alrededor de nueve puntos menos que en 2018), que marca una senda descendente del interés de la ciudadanía por la política desde 1979.
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